RIBLA, 25
La experiencia pascual y el anuncio de la resurrección por parte de las mujeres en el cuarto evangelio se nos presenta de forma novedosa y con características diferentes a las que nos muestran los sinópticos (Juan 19,25-27; 20,1 18). Este evangelio intenta estabilizar el discipulado de iguales en contra de la dominación patriarcal: igualdad en actitudes y en relaciones eclesiales. No insiste en la autoridad del varón o de los doce, sino que considera a todos y a todas como receptores de la misión de Jesús. Este evangelio nos ofrece una alternativa frente al proyecto ideológico y político de la época que excluía a los pobres, a las mujeres, a los niños e impedía su dignidad.
Introducción
Al contar las escenas de la pascua, los cuatro evangelios nombran a María Magdalena en compañía de otras mujeres. Ella se había entregado de manera desinteresada a la extensión del Reino de Dios y llevaba junto a otras mujeres y varones una vida itinerante. Acompañaba a Jesús por las aldeas, ciudades, lugares desiertos (Mc 15,40-41). Era de Magdala y vino hasta Galilea para integrarse al número de discípulos y discípulas de Jesús.
Esta mujer estuvo presente en los acontecimientos pascuales. Vio el sepulcro abierto, experimentó la resurrección y recibió el envío de anunciar esta buena noticia (Jn 20,1; Mt 28,1; Mc 16,9; Lc 24,10). El relato de Juan 20,1-18 nos cuenta la revelación que María Magdalena recibe de Jesús y la petición de ir a proclamarlo a los hermanos y hermanas.
1. María Magdalena y el discípulo amado: símbolos y paradigmas en la fe y el discipulado de las comunidades
La siguiente estructura quiástica se inicia con la visita de María Magdalena sola a la tumba, cuando apenas amanecía. Encuentra la piedra retirada y concluye con el reconocimiento de Jesús resucitado y el envío. En el centro aparece el discípulo amado quien ve y cree.
Veamos la estructura: de Jn 20,1-18:
A - v.1: visita de María Magdalena al sepulcro
B - v.2: corre a avisar a Pedro y al discípulo amado
C - v.3a-8a: Pedro y el discípulo amado visitan el sepulcro, ven las vendas
• D - v.8b: vio y creyó
C’ - v.9: no habían entendido lo que dice la escritura: resucitaría
B’ - v.10: Pedro y el discípulo amado regresan a la casa
v.11 13: María Magdalena regresa al sepulcro, llora, se encuentra con los
ángeles
v.14 16: ve a Jesús y no lo reconoce
A’ - v.16 17: reconoce a Jesús resucitado
v.18: es enviada a anunciar a los hermanos y hermanas
María Magdalena y el discípulo amado, ejemplos centrales de estas comunidades, son resaltados en el plano de la fe y el discipulado. Ellos ven y creen. El verbo “ver” significa creer en este evangelio; aparece 8 veces en el relato, alternando distintas formas, aunque prevalece: el darse cuenta, percibir sentir, experimentar. Aparece 6 veces en relación con María Magdalena, 2 en relación al discípulo amado y en Pedro 1 vez. Este es un lenguaje testimonial utilizado también en la primera carta de Juan: “lo que hemos visto y oído lo anunciamos para que estén en comunión con nosotros” (l Jn 1,3). Se quiere resaltar aquí la actitud creyente de las mujeres en relación con el discípulo amado, símbolo del discipulado de las comunidades joaninas.
En este relato María Magdalena aparece con gran protagonismo. Los verbos son de mucha acción. Ella viene, ve, corre, se agacha, busca, dice, volvió, he visto, anuncia. Se nota una actitud de búsqueda bien marcada. Jesús les había dicho: “quien busca encontrará”.
En el v.l sólo se nombra a María Magdalena. ¿Siguió el redactor otra fuente? Lucas habla de varias mujeres que llevan perfume (Lc 24,l). En el v.2 Juan da a entender que había otras mujeres, cuando lleva la noticia del sepulcro vacío: “no sabemos donde lo han puesto”. Este verbo en plural permite la hipótesis de que había otras. Se nota la intencionalidad de los redactores en resaltar a María Magdalena como testiga privilegiada.
¿Por qué éste interés de las comunidades joaninas en colocar a una mujer en medio de los relatos pascuales?
Si partimos de las intuiciones que viene trabajando Francisco Reyes, sobre una comprensión mítica de la resurrección como experiencia fundante de las comunidades que influyeron en la construcción del cuarto evangelio, se fundamenta la propuesta alternativa frente al patriarcado, al colocar a María Magdalena como símbolo en el nacimiento de las comunidades. Es decir, el cuarto evangelio estaría planteando un cambio profundo que en el contexto del siglo I significaría romper con toda una cosmovisión, un imaginario social del patriarcado, con paradigmas masculinos centrados en el padre que sobre determinaban las relaciones sociales. Era un mundo racional basado en el poder masculino, introyectado por la cosmovisión judeo greco cristiana. Esto debió ser considerado escandaloso y subversivo en aquella época.
En el lenguaje teológico simbólico de la tradición es frecuente oír referencias a la “naturaleza” femenina de la Iglesia. ¿De dónde proviene esta naturaleza femenina? ¿Cuáles serían las consecuencias de este ser femenino para un hacer femenino?
María Teresa Porcile dice que si la Iglesia es mujer, sería posible entender algo del ser de la Iglesia a través del ser de la mujer. Esto implicaría descubrir qué quiere decir ser mujer y las más indicadas para explicitar esta identidad serían las mujeres. Ella habla de “la menor” que es la mujer en la Iglesia... Esperamos que llegue, en modulaciones tonales, al “mi mayor” que es la identidad profunda (mi yo) de la “iglesia como mujer”. El discipulado de iguales y las discípulas ejemplares que he venido estudiando en este evangelio son una confirmación de esta sospecha. Se nota la intencionalidad en todo el evangelio de ubicar a las mujeres como paradigmas en la fe y en el seguimiento, y una oposición fuerte hacia el patriarcado. Por eso estas comunidades tuvieron tantos problemas porque desestabilizaban el sistema desde su posición radical frente a esta dominación que no sólo rechazaban sino que evitaban repetir.
Parece ser que en las fuentes más antiguas, como es el caso de los relatos de la pasión, muerte y resurrección, paticiparon mujeres en la conservación de la memoria y en el tiempo de la redacción del cuarto evangelio. Posiblemente se presentaban conflictos por el liderazgo de las mujeres. También es posible que las mujeres que hacían parte de las comunidades en el tiempo de la redacción de este evangelio estuvieran más abiertas al cristianismo joánico e insistieran que ellas formaban parte de la comunidad del discípulo amado.
2. Acercamiento al texto
María vio que la piedra había sido quitada y sólo en una segunda visita se atrevió a mirar dentro del sepulcro sin entrar en él (Marcos y Lucas dicen que si entró). Vio dos ángeles. Estos no dan ninguna información sobre el resucitado como en los sinópticos. No es necesario que lo hagan, ya que el relato de la tumba vacía se funde con la primera aparición del resucitado.
María Magdalena al comunicar a Pedro y al discípulo amado les dice “se han llevado del sepulcro al Señor”. Desde ahora aparece kyrios como designación a Jesús. Esa expresión del evangelista para nombrar al resucitado es un indicio de que está interpretando a la luz de la fe de la comunidad que ya tenía la experiencia de la resurrección.
La actitud de María Magdalena cuando corre a avisar a estos dos discípulos, es una manera de expresar la familiaridad que había entre las discípulas y los discípulos responsables de las comunidades. Ella los convoca y los pone en movimiento a partir de su búsqueda a Jesús. En el evangelio apócrifo de María Magdalena, dice que ella los anima a salir a predicar.
Después de que María Magdalena ha informado sobre la situación, Pedro y el discípulo amado visitan el sepulcro. En el v.3 su experiencia está narrada con gran fuerza dramática y con una riqueza de detalles: allí ven las vendas dispuestas ordenadamente.
Entró el otro discípulo que había llegado primero, vio y creyó. Se nota un interés teológico que es sólo tema en este evangelio: ver y creer (v.8.17,21 y 28). Se percibe una comprensión creyente del propio resucitado que aparece también en los v.8,17,21 y 28.
En el v.13, los ángeles preguntan a María: ¿por qué lloras? Ella responde porque se han llevado a mi Señor. Esta es otra forma de expresar la fe en el resucitado y la importancia que tenía en medio de la comunidad.
De igual manera el v.9 da a entender la experiencia de resurrección que ya se vivía en estas comunidades cuando se redactó el cuarto evangelio.
3. Experiencia de resurrección en las mujeres
El reconocimiento ocurre cuando Jesús llama por su nombre a María (v.16). Llamar por el nombre, puede significar aquí la familiaridad de Jesús con esta mujer discípula, la cercanía y relación estrecha en amistad y misión. No hay revelación del ser de Dios sino en el amor y en la amistad. Según Lagrange el nombre hebreo Miryam, y la forma posterior del nombre María, significa, la vidente o la que hace ver. En Éxodo 15,20-21 se llama efectivamente profetisa. También significa elevada o excelsa. Estos datos pueden ayudarnos a comprender el símbolo que esta mujer representa para las comunidades joaninas interesadas en igualar, en dar importancia a quienes estaban discriminados por la sociedad y la élite religiosa judía de la época. Jesús resucitado se da a conocer, se revela a esta mujer que busca y cree. Ella no se da por vencida. Regresa, insiste. Responde: rabbuni que en arameo quiere decir maestro mío. Esta respuesta, también supone una actitud creyente.
Ella es la discípula fiel que busca al Señor y lo encuentra. Su tristeza se convirtió en “alegría que nadie podrá quitar” (16,20), como la mujer en la hora del parto (Juan 16,21-22). Nada ni nadie podrá detenerla ante esta misión que Jesús le encomienda, como lo hizo la samaritana al encontrarse con el Mesías (4,28-30). María Magdalena es de los suyos. No sólo reconoce su voz y hace lo que Él dice sino que recomienda como María, la madre de Jesús: “hagan lo que Él diga”. En el evangelio apócrifo de María Magdalena, ella los anima a hacer lo que les enseñó el maestro.
En el cuarto evangelio, Jesús es reconocido y presentado por María como el jardinero, es decir, para estas comunidades, Él se hace presente en la cotidianidad y desde los sencillos, los pobres de la sociedad. Las mujeres experimentan la resurrección en la vida, en la comunidad. Jesús resucitado se hace presente y visible a través de la vida cotidiana de los hermanos y hermanas.
La sensibilidad de las mujeres frente a la experiencia de la resurrección está ligada al sufrimiento en la defensa de la vida y ante tantas formas de opresión (Jn 19,25 27; 2 Macabeos 7,29; 2 Reyes 4; Lc 7,11; Jn 11,21-22).
Se nota una tensión entre la teología joanina y la concepción de la iglesia primitiva frente a la resurrección. Aquí interesa de manera especial la vida humana en todas sus dimensiones, los pobres, los discriminados de la sociedad. Por eso se le da gran valor a esta mujer María Magdalena como discípula, allí experimenta su resurrección.
4. Anuncio de la resurrección por parte de las mujeres
En el v.17, María recibe el encargo de ir a las hermanas y hermanos de Jesús. En la fuente de Mateo 28,9 y siguientes dice que, cuando Él las saluda, se le acercan, abrazan sus pies y le adoran de rodillas. De modo parecido en la fuente joánica: María se postró ante Jesús y quiso abrazar sus pies. La reacción natural de María Magdalena es la de abrazar a Jesús. Él le dice: “no me toques que aún no he vuelto donde mi Padre”. Esta diferencia se debe tal vez al encargo de ir a los hermanos y hermanas a anunciar la resurrección de Jesús. También puede significar un cambio en la relación del amigo y el maestro con sus discípulos y discípulas. Una mujer, la hermana de Lázaro, lo había ungido. Ahora la nueva manera de relacionarse con Él, es en la comunidad, que continuará la vivencia de Jesús: “anda a decirles a mis hermanos y hermanas que subo donde mi Padre, que es el Padre de ustedes, donde mi Dios, que es el Dios de ustedes”. La comunidad joánica tiene a Jesús por hermano, que los atrae al Padre y Dios de todos y todas, que recibe por hijos e hijas a quienes creen en Jesús, su Hijo.
En el evangelio apócrifo de María Magdalena ella insiste en que hay que ir a predicar el Evangelio del Reino y anima a discípulos y discípulas a pesar de la persecución: “estaban tristes, lloraban mucho y decían: ¿cómo podemos ir a los gentiles a predicar el Evangelio del Reino, del Hijo del Hombre? Si Él mismo fue perseguido, nosotros también correremos la misma suerte. Aquí María interrumpe la conversación para consolar a los discípulos y discípulas y para sacarlos de su indecisión. Entonces María se levantó, saludó a todos y a todas y habló: no lloren, y no sean indecisos(as), pues su gracia estará con todos y todas ustedes y los/las protegerá, pues Él nos preparó y nos volvió personas humanas” .
También en este evangelio apócrifo aparece una polémica especialmente por parte de Pedro y Andrés que no creen que el Salvador les haya dicho eso. Leví se pronuncia expresando: “Si el Salvador la volvió digna ¿quién eres tú para repudiarla?”
En el v.18, María fue a anunciar a los discípulos: “he visto al Señor” y les cuenta las cosas que le había dicho. En Lucas 24,11 dice que cuando ellas contaron a los discípulos, les pareció que eran desatinos y no las creyeron.
Haber visto a Jesús resucitado y haber sido enviada a proclamarlo es muy importante. Esta mujer se constituye en la evangelista de la resurrección.
Estas mensajeras de la buena noticia de la resurrección son una fuerza y motor para la continuación del movimiento y misión de Jesús. El resucitado las confirma como discípulas y les confiere una gran dignidad. Ellas trataron de reunir a los discípulos y discípulas dispersos.
A pesar del lenguaje androcéntrico del Nuevo Testamento y todo el empeño por evitar que otras mujeres siguieran el ejemplo de María Magdalena, se dio en los cánones mayor importancia a Pedro como primer testigo. Juan la rescata y presenta una alternativa dentro del contexto de su tiempo. Así como Judit rescata la memoria de la hija olvidada de Israel en forma profética, denunciando los atropellos, las comunidades joaninas expresadas en el cuarto evangelio recuperan a la hija olvidada del Nuevo Testamento: la evangelista de la resurrección.
Al preferir Jesús a una mujer para hacerla testiga de su resurrección nos está diciendo que prefiere a los últimos, y los hace primeros y así nos muestra que Dios está de parte de los pobres, de las mujeres que eran discriminadas en esa época.
María Magdalena se convierte en símbolo de lo nuevo que Dios realiza. Ya no más exclusión y dominación. Él siempre actúa desde los oprimidos con quienes construye la historia de salvación. Así como Agar es símbolo en medio del pueblo de Israel del proyecto alternativo que Dios construye desde abajo, desde los excluidos a nivel de etnia, sexo, clase social, María Magdalena es símbolo del nuevo pueblo, de las comunidades de hermanas y hermanos igualitarias donde no hay judío, ni griego, esclavo, ni libre, hombre, mujer, sino uno en Cristo.
Conclusión - Algunos aspectos metodológicos
Jesús se revela a las mujeres y las hace testigas privilegiadas de la resurrección. Las envía a anunciar la buena nueva.
Se revela a María Magdalena como el Jesús humano que está presente en el trabajador empobrecido, en el hermano, la hermana, en la comunidad. También aparece como el maestro, el Señor de la historia, el que sube al Padre.
El señorío de Jesús aquí no es a la manera imperial, excluyente en su proyecto ideológico y político, es de acogida igualitaria, de servicio abnegado. Por eso, Él es quien lava los pies a sus discípulos, prefiere a los pobres, a las mujeres y a los pecadores.
Ser discípula o discípulo en este Evangelio es ante todo: creer en Jesús, quien padeció, murió, resucitó y salir a anunciarlo.
El papel que desempeñaban las mujeres en estas comunidades joaninas del siglo I nos muestran un retrato diferente de otras comunidades en sus valores y concepciones. También se refleja una tensión entre la teología joanina y la visión tradicional de las iglesias frente a la resurrección de Jesús.
La animación pastoral de las mujeres en los primeros tiempos del cristianismo fue un hecho que declinó en el transcurso del tiempo y que hoy tenemos que continuar recuperando para ser fieles al proyecto de Jesús.
Es importante reconstruir la historia reivindicativa de las mujeres en la Biblia desde la exégesis y la hermenéutica feminista, aún cuando siempre resulte aproximativa. Intentar recuperar la presencia y el rol de las mujeres en la Biblia desde esta perspectiva nos desafía a la creatividad, evitando leerla como historia de una acción masculina y patriarcal. En esta búsqueda nos encontramos con sorpresas agradables pero también con contradicciones en los mismos textos.
El interés de género para leer el contexto histórico del siglo I desde los excluidos es decisivo para la interpretación bíblica que hacemos las mujeres creyentes. Las mujeres no viven la historia oficial. Sobreviven. No se reconocen en ella. Así también se formuló la historia del pueblo de Dios. Mujeres de ayer y hoy emergen del silencio impuesto, forjadas por la lucha y el sufrimiento. Por eso, se hace necesario el estudio y análisis de las sociedades de Oriente Antiguo en relación con la mujer, especialmente las sociedades hebreas y greco romanas. Ubicarnos desde la historia popular ayer y hoy, descubriendo la realidad de opresión, de lucha, de resistencia, es una manera de fortalecer las relaciones alternativas de igualdad y de justicia, animadas por el Dios de la Biblia que hace opción por los discriminados de la sociedad a nivel de etnia, género o clase.
También es importante profundizar sobre el patriarcado en sus diversas manifestaciones. Esto arroja luces para la comprensión de la historia bíblica y para la relectura de los textos. Es muy útil la reconstrucción de los orígenes cristianos desde la dimensión de las mujeres. Esto se hace muchas veces desde la invisibilidad, el silencio, las contradicciones. Aquí el paralelismo juega un papel importante tanto en la intratextualidad, intertextualidad y extratextualidad.
Descifrar la simbología de las mujeres por parte de éstas en cada período bíblico permite recuperar su valor e identidad. Desde el análisis literario se desvelan los rasgos patriarcales, rescatan los detalles del lenguaje que sirven para una lectura liberadora, leyendo los silencios, las evocaciones femeninas, los movimientos de las palabras, los contrastes, es decir, reconstruir el texto y recrearlo con mirada de género.
Rescatamos valores en línea de espiritualidad y teología feminista en la Biblia. Tenemos que encontrar elementos liberadores desde las mujeres al preocuparnos por los aspectos que destacan o expresan la bondad de Dios en términos femeninos. Se hace necesario desvelar las imágenes patriarcales que se han transmitido de Dios y recuperar imágenes femeninas.
Los interrogantes que hacemos las mujeres y las nuevas claves que venimos construyendo nos llevan a conclusiones mas favorables de género. También rescatamos en los textos una teología y espiritualidad feminista, dando interés especial a valores que se han despreciado durante años por ser de género femenino. Se desvelan las imágenes masculinas de Dios como Padre, Juez, Castigador, Soberano, Señor, Creador y Todopoderoso.
Buscamos elementos liberadores desde las mujeres al preocuparnos por los aspectos que destacan o expresan la bondad de Dios con términos femeninos: Dios como una gallina que recoge a sus polluelos. Buscamos imágenes femeninas de Dios: mujer y madre. El Shaday (Dios de la montaña) es una palabra cuya raíz se utiliza para el seno materno: Is 66,13. Hay muchas metáforas femeninas en la Biblia: Nm 11,12; Os 11,1-4; Lc 13,34; Is 49,13; 66,13; Sal 131,2; 115,5.
Si Dios es el Seno Materno ¿por qué decimos sólo Dios Padre? pero es madre. Y ser madre abarca muchos aspecto. Esto significa reconocer, que en los seres humanos hay aspectos que son de género femenino o masculino. También en Dios los hay.
El Espíritu Santo en hebreo es femenino: ruah. En español el género no es el sexo. ¿Qué significa entonces para la mujer que el Espíritu Santo sea femenino? En griego es neutro. Él es el consolador. En Él hay una identificación con los que sufren y tienen gran resistencia.
La teología de la casa en contraposición a la teología del templo es una clave necesaria en esta búsqueda.
Bibliografía
BROWN, Raymond E. A comunidade do discípulo amado. São Paulo, Edições Paulinas, 1981, 210p. (Nova Coleção Bíblica).
ESTÉVEZ, Elisa. “La mujer en la tradición del discípulo amado”, en Revista de Interpretación Bíblica Latinoamericana 17, Editorial DEI, San José, 1994, p.65-74.
MÉNDEZ, Adriana. La buena noticia desde la mujer - Reflexiones sobre la mujer en el evangelio de Lucas. México, Centro de Reflexión Teológica, 1989, 127p. (Serie Pastoral, 9).
PORCILLE, María Teresa. La mujer esperanza de salvación. Edic. Trilce.
REYES, Francisco. La resurrección como clave teológica en el cuarto evangelio.
REYES, Francisco. “Y Jesús le dijo ¡María!”, en Revista Utopías, Bogotá, 1995, nº 22. p.17.
* Este trabajo fue realizado con ayuda de materiales reflexionados en cursos y talleres de Biblia y Mujer, especialmente el Encuentro Latinoamericano de Mujeres Biblistas, de febrero de 1995, talleres realizados con Alicia Winters y también de otros escritos de mujeres biblistas.
Wilhelm Schneemelcher. Neutestamentliche Apokryphen, v.l, 5a edição, Tübingen, 1987 (traducción hecha por Ivoni Richter Reimer).
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