martes, 10 de agosto de 2010

Visibilidad, exclusión y control de las mujeres en la Primera carta a Timoteo, Elsa Tamez

RIBLA, 55

Resumen
Bajo el fondo de las luchas de poder de clase y género, la autora analiza el discurso del autor de la primera carta a Timoteo. Encuentra que el propósito del autor, entre otros, es excluir y controlar a cierto grupo de mujeres líderes, como las mujeres maestras y las viudas organizadas. Asimismo propone que estrategia del autor de la carta para resolver los conflictos y excluir a las mujeres líderes de la comunidad eclesial, será la de trasladar los valores de la casa patriarcal a la casa de Dios, es decir la ekklesia.
Para las mujeres cristianas, La carta de 1 Timoteo ha sido un problema. En ella se les prohíbe explícitamente que enseñen (1Tim 2,12) y que opinen (1Tim 2,11). También se recomienda con fuerza que las mujeres se casen y procreen; y si enviudan, que no se queden sin marido (1Tim 5,14). Las jóvenes viudas organizadas en la iglesia, son descritas negativamente (1Tim 5,13). El interés de que la mujer asuma el rol tradicional de ama de casa es tan desesperado que lo pone como requisito para la salvación (1Tim 2,15).
Realmente leer estas afirmaciones sobre las mujeres es chocante para aquellas personas que están acostumbradas a leer en los evangelios una presencia más o menos positiva de ellas, y, sobre todo el trato especial de Jesús. Lo mismo podríamos decir de aquellos textos de Hechos de los Apóstoles en los cuales las mujeres, aunque pocas, son presentadas como líderes y maestras. Hecho verificado en el compañerismo de Pablo con sus colegas mujeres nombradas en Rom 16.
Por esta razón es importante reconocer que no es posible leer la Biblia como si toda fuera escrita de una sola vez, con un solo mensaje y para un solo tiempo y espacio. La Biblia presenta muchas voces, a veces complementarias, a veces antagónicas. Detrás de esas voces hay distintas comunidades cristianas condicionadas por los procesos sociales y culturales diversos, incluyendo no solo solidaridad, anhelos y sueños, sino luchas de poder y exclusiones. Las cartas no son tratados ni manuales teológicos, son misivas a comunidades o personas, con preocupaciones muy propias de su momento histórico. Sus autores, incluyendo los autores de las cartas pseudoepigráficas, jamás pensaron que sus cartas serían consideradas sagradas en un futuro. Fueron los concilios, celebrados algunos siglos después, que decidieron, en medio de un sinnúmero de escritos, cuáles de estos formarían el canon.
La carta de 1Timoteo, escrita hacia finales del primer siglo o principios del segundo, refleja una situación particular y circunstancial. Se presta para observar la visibilidad de las mujeres, su exclusión y el control que se quiere ejercer en aquellos tiempos en que las mujeres eran grandes líderes. En este artículo vamos a analizar esos elementos en la comunidad cristiana de 1 Timoteo. Pero el objetivo primordial no es ese, sino el de averiguar las razones por las cuales el autor elabora las instrucciones en contra del liderazgo de las mujeres.
1 - Visibilidad de las mujeres desde los discursos de exclusión
La visibilidad de las mujeres en 1Tim solo puede verse por vía negativa, es decir, a través de los discursos que la excluyen. Veamos dos textos de la carta con respecto a la participación activa de las mujeres en los orígenes del cristianismo: 2.9-15 y 5.3-17.

1) Mujeres maestras
Cuando en un comunicado se pronuncia un mandato de forma demasiado vehemente, hay sin duda hechos que manifiestan lo contrario. Cuando el autor de 1Tim dice: “no consiento que la mujer enseñe”, se debe a que la mujer está enseñando. Cuando el autor dice: “que la mujer aprenda sin protestar y con gran respeto”, hay que leer detrás que la mujer no está callada, participa de todas las discusiones, puede disentir con respecto a afirmaciones que no cree desde su punto de vista, y no se comporta de forma sumisa frente al varón. De hecho, eso es lo que muy probablemente está aconteciendo en 1Tim. Esta situación nos lleva a ver un poco más de cerca 1Tim 2,9-11, uno de los textos más difíciles de la epístola.
El texto puede dividirse en tres partes. La primera (v.9-10) instruye sobre la vestimenta de las mujeres: cómo debe ser y cómo no debe ser. La segunda parte (v.11-12) constituye el centro del mandato, en ella se prohíbe imperativamente que las mujeres enseñen y dominen al varón. Ellas deben aprender en silencio con toda sumisión. Esta es la instrucción más fuerte contra el liderazgo de las mujeres. En la tercera parte (v.13-15) el autor recurre a las Escrituras con el fin de justificar el mandato. Escoge el tema de Eva, sugiriendo indirectamente tres características: un ser humano de segundo orden, pues fue formada después que el varón; un ser vulnerable, ella se dejó engañar, pero el varón no; y un ser que puede ser salvo si cumple con los roles de la maternidad. Por lo tanto debe dejar de ejercer cualquier ministerio, para consagrarse al hogar como madre, esa dedicación, más el ser fiel, piadosa y modesta le otorgará la salvación. El contexto de la prohibición parece ser el del encuentro litúrgico, sin embargo puede extenderse a los demás ámbitos de la vida cotidiana ya que habla de Eva, como antecesora de todas las mujeres.
La fuerza retórica en la composición del texto contra el liderazgo de las mujeres delata la fuerza de su presencia. Es muy probable que la visibilidad de las mujeres como maestras y líderes, tal vez incluso como presbíteras, sea muy evidente e imponente. El autor quiere que sus lectores vean a las mujeres líderes como peligrosas para la enseñanza. Hay corrientes de pensamiento en la comunidad cristiana que el autor rechaza, las llama “otras enseñanzas”. Por eso en esta carta la enseñanza es un tema fundamental; es en este escrito donde más ocurre el término enseñar y enseñanza de todo el NT: el epíscopo debe ser apto para enseñar (1Tim 3,2), a los presbíteros que cumplen bien su función de predicar y enseñar, se le debe dar doble remuneración (5,17), Timoteo debe enseñar y aconsejar lo que el autor le indica (6,2), no se debe enseñar algo diferente a la sana enseñanza (1,3; 6,3-4), etc. Pudiera entenderse que, para el concepto que el autor tiene de las mujeres, estas pueden ser víctimas de esas enseñanzas ya que, de acuerdo a la lectura que el autor hace de Génesis, las mujeres, al igual que Eva, son más vulnerables al engaño que el varón.
La pregunta que surge en las lectoras y los lectores de hoy es ¿por qué de esta reacción tan fuerte contra las mujeres? Más adelante ahondaremos en ello.

2) Viudas: líderes organizadas
En el texto sobre las viudas jóvenes, que aparece en 1Tm 5,3-16 nuevamente puede leerse entre líneas la participación activa de las mujeres, en este caso de las viudas jóvenes. Y, esto se deduce por la drástica crítica del autor a las mujeres. Utiliza la retórica para desautorizar toda contribución que las mujeres pueden hacer.
El liderazgo aquí podía referirse a un ministerio o una orden de viudas de todas las edades, las cuales habrían hecho votos de celibato después de enviudar, con el fin de dedicarse de lleno a la comunidad cristiana. Esto se deduce por la afirmación del autor cuando dice que estas jóvenes, “cuando los ímpetus de la pasión las apartan de Cristo, quieren volver a casarse, y se hacen culpables por haber faltado a su primer compromiso” (v.11-12), es decir al voto. Por otro lado, varios de los requisitos que el autor exige para pertenecer al grupo de las viudas, son similares a los requisitos que el autor enlista para los epíscopos. Esto también hace sospechar que se trata de un ministerio más, formado por las viudas. El texto sobre los requisitos de la orden de viudas, al igual que el texto sobre los requisitos para asumir el episcopado o el diaconado en 3,1-13, no indica las diferentes funciones de los cargos, solo las cualidades. Sin embargo, podemos aventurarnos a decir que el grupo de las viudas probablemente se dedicaba a hacer visitas a las familias de la comunidad cristiana, para orar por ellas. Sabemos de la existencia de esta orden en los siglos II y III, y que una de las funciones más importantes era la de la oración. Otra de las funciones podrían ser también el compartir algunas enseñanzas cuando están en las casas haciendo la visita. Esto se deduce a través de la crítica negativa que el autor hace al referirse a ellas. Para el autor, las jóvenes viudas no deben pertenecer al grupo o ministerio de viudas porque, además de que son débiles en la carne, ya que “sus ímpetus de la pasión” las llevan a romper el compromiso de permanecer célibes, ellas “viven ociosas, se acostumbran a ir de casa en casa; y no solo viven sin hacer nada, sino que también son chismosas, se meten en todo, y de lo que no deben” (v.13).
Leyendo entre líneas estas afirmaciones retóricas podemos suponer que, el autor hace alusión a dicho ministerio realizado por las viudas, el cual consistía en hacer visitas a las casas. El autor no ve con buenos ojos ese liderazgo de las mujeres y busca excluir a las viudas jóvenes de la orden de viudas. Lo hace a través de la desvalorización de la capacidad de las mujeres, utilizando los estereotipos anti-mujer bastante conocidos desde antaño hasta hoy. El autor quiere que las mujeres jóvenes se casen, tengan hijos y gobiernen bien su casa (v.14). Al igual que el texto anterior, a la mujer se le excluye del liderazgo aplicándole los códigos domésticos, es decir, enviándola a la casa para que ejerza el rol de esposa y madre que la sociedad greco-romana le ha asignado a las mujeres.

2 - Poder y control sobre las mujeres
El autor está ejerciendo poder para controlar a las mujeres de la comunidad cristiana de Éfeso mencionada en 1Tim (1,3). Se trata de un poder patriarcal presente desde el inicio de la carta. La casa patriarcal es la figura perfecta como modelo de iglesia.
2.1 - La casa patriarcal como modelo de iglesia
Pareciera que hay una intencionalidad en el uso del nombre padre. Observemos: ya en el saludo el autor presenta a Dios como padre (1,2); esto no es raro ya que en muchos escritos del NT a Dios se le llama padre. Sin embargo, el uso de la figura padre en otros personajes hace que el uso del título padre para Dios refuerce el patriarcalismo de la carta. Los otros dos casos son el del propio autor y el del epíscopo.
El autor llama a Timoteo “verdadero hijo en la fe” (1,2), el uso de este título supone que el autor, llamado Pablo, es el padre en la fe. Una de las características principales del epíscopo es “que sepa gobernar bien su propia casa y educar a sus hijos con autoridad” (3,4). Se observa pues una cadena patriarcal en la cual Dios, el apóstol y el episcopo son vistos como padres. La comunidad cristiana es vista como la familia (5,1). El problema no está en que sea vista la comunidad de creyentes como familia, sino en el tipo de administración de la casa. Esta debe ser de acuerdo a los códigos patriarcales. El epíscopo es el padre y los miembros son los hijos obedientes; las mujeres, pues, deben guardar silencio con toda sumisión (2,11-12) como corresponde según los códigos de la familia patriarcal. Además, si hay esclavos en la familia de Dios, estos deben servir a sus amos con todo honor (6,1-2). No estamos deduciendo esta conclusión, pues el autor lo dice explícitamente en 3,4-5. El v.4 leído arriba habla de la capacidad del padre en mantener sumisos a sus hijos y continúa: “pues si uno no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar de la iglesia de Dios?
Para controlar a las mujeres se necesita poder, el poder lo otorga la obediencia a los códigos domésticos (la esposa se somete al esposo, los hijos al padre, los esclavos al amo). Estos son los que construyen la casa patriarcal. Ahora, para poder controlar a las mujeres que ejercen liderazgo en la iglesia, es decir en la asamblea de Dios, el autor de 1Tim traslada los códigos domésticos de la casa patriarcal a la iglesia. De hecho ese es el objetivo de toda la carta, lo dice el autor claramente en 3,14-15: “te escribo esto con la esperanza de visitarte pronto, pero, por si tardo, quiero que sepas cómo hay que comportarse en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios vivo, columna y fundamento de la verdad”. En otras palabras, para el autor de la epístola la casa (patriarcal) de Dios, es la iglesia (asamblea) de Dios. De allí, en tanto fundamento de la verdad, viene todo el poder para controlar el comportamiento que se debe tener y el pensamiento que se debe seguir. Es en esta instancia de donde se reglamenta cuál enseñanza es sana y cual no lo es; quién enseña y quién no. Quien gobierna la iglesia debe ser un epíscopo que sabe dirigir bien su casa y mantener sumisos a sus hijos (3,4).

2.2 - Control en el liderazgo de las mujeres
En esta concepción de iglesia no hay cabida para el liderazgo de las mujeres. Las mujeres no deben ejercer el ministerio de la enseñanza, sino aprender en silencio y sumisión, silencio lo repite dos veces; el orden en el texto griego (2,11-12) es revelador: mujer-silencio-sumisión- mujer-silencio. Si hay algún liderazgo instituido, este debe ser controlado, como, por ejemplo, el de las viudas. El autor quiere controlar el ministerio de las viudas.
En 5,3-8.15, observamos que la iglesia está pasando por necesidades económicas y no le es posible ayudar a todas las viudas (5,3.16). La asistencia a las viudas era una de las tareas solidarias de las comunidades primitivas. El autor pide a las familias (5,4-8), o a alguna creyente rica (5,16) que tienen viudas en su casa, que se encargue de ellas y no las carguen a la iglesia. Sin embargo en 5,9-15 el autor ya no habla de cuestiones económicas, sino del ministerio de las viudas. El autor quiere controlar ese ministerio, dando instrucciones de que solo sean inscritas las viudas mayores de 60 años, además de otros requisitos. Las viudas jóvenes deben ser excluidas, como vimos arriba.
Posiblemente el autor tiene temor de que se socave la casa patriarcal con la participación activa de estas mujeres visitando las casas. Las otras enseñanzas que valoran el celibato (“prohíben el matrimonio…” 4,3) son una amenaza para el autor, pues estas pudieran ser muy atractivas para las mujeres, especialmente las viudas, que no quieren casarse y volver a someterse a la casa patriarcal.

3 - Luchas de poder como trasfondo de la instrucción
Hemos presentado la forma como el autor en 1Tim intenta excluir y controlar a las mujeres de una comunidad cristiana en Éfeso (1,3). Decimos intenta porque el texto, como dice la biblista Elisabeth Schüssler Fiorenza, es prescriptivo y no descriptivo, es decir, prescribe, da órdenes, pero no está describiendo lo que acontece en la comunidad cristiana. Para describir lo que sucede en la comunidad se debe decir que hay un gran liderazgo de mujeres, el cual quiere ser eliminado a través de esta carta, con prescripciones, mandatos o instrucciones.
Ahora bien, si nos quedamos solo con esa lectura atacando al autor de misógino, caemos en un simplismo. La carta es muy compleja, son muchos los asuntos presentes en el texto, todos ellos interrelacionados. Por eso, a la par del análisis del discurso del autor, hay que analizar la situación que se vive detrás del texto. No se deben disentir y rechazar las propuestas patriarcales de la carta sin antes conocer el contexto que llevó al autor a pronunciarse de esa forma tan patriarcal y verticalista. Intentar reconstruir la situación particular de ese entonces ayudará a considerar la carta como un documento circunstancial, ya que intenta responder a determinada situación que vivía la comunidad cristiana de aquel tiempo.
Un estudio detenido de la carta permite sospechar que, la comunidad está pasando por varias situaciones conflictivas. Hay personas de clase social acomodada que quieren imponerse (6,17-19) y, ven la piedad como un negocio (6,3-10). Estas, que muy probablemente son benefactoras, es decir, personas que contribuyen con sus bienes a la comunidad, quieren dominar, incluso tal vez pasando por alto a los presbíteros; podría también tratarse de personas que buscan ocupar los puestos de dirección de la comunidad, utilizando su influencia y poder. 1Tim 3,1 empieza diciendo “si alguien aspira al cargo de epíscopo…” ¿quién está aspirando?
Frases como: “no admitas acusación contra un presbítero si no se apoya en el testimonio de dos o tres personas” (5,19); “los presbíteros merecen doble remuneración”; “pon en práctica todo esto sin prejuicios ni favoritismos. No impongas las manos a nadie a la ligera…” (5,21-22), estos dos últimos versículos son encabezados con palabras muy solemnes como: “te exhorto ante Dios, ante Jesucristo y ante los ángeles elegidos…” (5,21); todas estas frases nos llevan a sospechar que detrás del discurso del autor hay luchas de poder. Cuando el autor le escribe a Timoteo diciéndole que nadie menosprecie su juventud, cabe pensar en esta situación como luchas de poder, y de ciertas personas poderosas y dominantes que quieren imponerse sobre los presbíteros y sobre toda la comunidad. No es por casualidad que el autor le recuerda, tres veces a Timoteo, su autoridad eclesial impuesta por las manos de los presbíteros (4,14; 1,18; 6,12).
Por otro lado, estas luchas de poder se mezclan con diversas posturas teológicas. Tema presente a lo largo de toda la carta. Hay miembros de la comunidad que están proponiendo ciertas enseñanzas que el autor no ve con buenos ojos, como el ascetismo en cuanto al matrimonio y el consumo de ciertos alimentos (4,3); asimismo estos utilizan un lenguaje demasiado abstracto, ya que el autor critica con frecuencia lo que para él es palabrería y charlatanería (1,4; 6,4). Puede ser que las otras enseñanzas son atractivas para las mujeres, como lo fue para Tecla, la heroína de Los hechos de Pablo y Tecla, quien prefirió no casarse para dedicarse a la enseñanza y predicación de Jesucristo. Tal vez por eso el autor prohíbe con vehemencia que las mujeres enseñen en la congregación.
La situación se agrava si percibimos a través de ciertos versos que la comunidad vive en una sociedad greco-romana hostil. Una conducta muy libre de las mujeres no es bien vista por esa sociedad; el autor prefiere que las viudas jóvenes se casen para que “no den al enemigo ninguna ocasión de hablar mal”. El enemigo aquí es la sociedad greco-romana, promotora activa de los códigos domésticos. Los adversarios no pueden ser los de las otras enseñanzas porque, justamente, estos son quienes promueven el celibato.
Como se puede observar, la situación es bastante compleja, se mezclan problemas de clase, género, posturas teológicas y el contexto hostil de la sociedad imperial romana.
La rudeza del autor contra las mujeres en medio de las luchas de poder, también nos hace sospechar que el blanco del ataque a las mujeres haya sido motivado, en primera instancia, por el comportamiento de ciertas mujeres ricas. Estas mujeres por su estatus y poder; por su posición de benefactoras dentro del sistema de patronazgo de la época, quieren imponerse y dominar la comunidad. Si es así, ellas esperarían la retribución debida de honor y alabanza de acuerdo a los parámetros del sistema de patronazgo.
Las relaciones de patronazgo en la antigüedad se establecían cuando personas de estatus superior concedían favores a personas de estatus inferior, quedando estos últimos en deuda con aquellos. Esta práctica de patrón-cliente era muy común y, muchas mujeres se convertían en benefactoras. No era raro, pues, que mujeres ricas en la comunidad cristiana se impusieran como patronas y surgieran conflictos y luchas de poder a causa de esta situación. En siglos posteriores se conocen muchas mujeres poderosas, con grandes influencias en los jerarcas de la iglesia. Puede ser que se inician estos conflictos ya en el tiempo de 1Tim, conflictos ocasionados por las relaciones desiguales del patronazgo, muchas de esas relaciones establecidas por mujeres.

La sospecha del problema de las patronas o benefactoras no es solo por la rudeza del ataque a las mujeres, sino por el uso de la palabra dominar - al varón - en 2,12. Esta palabra, antecedida por la instrucción sobre la forma de vestir y no vestir (2,9-10), permite ver detrás a las mujeres ricas, presentes en la comunidad con vestidos costosos, peinados sofisticados, adornadas con oro y perlas (2,9b). Esta presencia de las mujeres ricas no era bien vista por el autor, ya que los demás miembros de la comunidad podrían sentirse inducidos a un sometimiento sutil, simplemente por la presencia avasalladora de alguna que otra persona rica que hacía favores a la comunidad. Esta situación nos recuerda la situación de la comunidad de Santiago, cuando un rico entra en la iglesia y los demás miembros le rinden honores, mientras que a los pobres los ignoran y marginan (Santiago 2,1-4). Todo esto nos muestra que hay una relación muy estrecha entre clase y género.
Decir esto no implica que se esté justificando la forma como el autor quiso resolver el posible conflicto generado por el patronazgo de la sociedad greco-romano. Pues esta forma, debemos reconocer, fue nefasta para las mujeres de todos los tiempos. Y aunque el texto es “prescriptivo” y no “descriptivo”, la historia de los efectos del texto ha mostrado su eficacia en excluir del liderazgo de la iglesia a todas las mujeres -no solo a las mujeres ricas-. Y no solo excluirlas, sino controlarlas en su apariencia (forma de vestir 2,9-10), en su comportamiento (no enseñar, aprender en silencio, 2,11-12, casarse, ser madre 2,15; 5,14) y en su ser (de segundo orden, vulnerable, creada para el hogar, condición para su salvación 2,13-15). Esto es así, porque si bien pudo ser que el autor tenía en mente a las mujeres ricas, su discurso lo elevó a un grado de universalidad tal que cualquier particularidad quedó casi borrada. Por esa razón, el ejercicio hecho aquí de estudiar el tema de la visibilidad, exclusión y control de las mujeres tiene como objetivo subrayar la particularidad de un hecho circunstancial que corresponde a un tiempo y espacio, que ocurrió en los orígenes del cristianismo, y que no es el nuestro. Quien universaliza el mandato del autor con la intención de aplicarlo hoy día, no solo es un mal lector de la Biblia, sino que está irrespetando las Escrituras.

Este artículo apareció en Reseña Bíblica (5 de noviembre de 2005). Las tesis fundamentales presentadas aquí aparecen en mi libro Luchas de poder en los orígenes del cristianismo - Un estudio de la primera carta a Timoteo, Santander, Sal Terrae, 2005.

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