Laura Taylor-Palomino
Abril de 2007
De veras, es un honor para mí poder estar aquí; de hecho, es un momento histórico y emocionante. Aquí en la PC(USA) puede ser fácil dar por sentado la realidad de la ordenación de las mujeres como diaconisas, ancianas y pastoras, pero, todavía, en muchas comunidades cristianas no es así. Rosa y su esposo, Alfredo, mi esposo y yo somos muy conscientes de las luchas y los debates que suceden en las iglesias presbiterianas en México respecto al papel y el ministerio de la mujer en la iglesia. Pero no piensen que estamos hablando nada más de un problema “mexicano,” o de un problema hispano del machismo. En los años de los 80 yo y algunas colegas femeninas fuimos las primeras mujeres que predicaron en algunos púlpitos en el Presbiterio de Filadelfia, y, yo recuerdo que había todavía algunas congregaciones anglo-sajonas/ blancas en el Presbiterio de Filadelfia que seguían resistiéndose a la ordenación de mujeres como ancianas. Apenas en el año 2004 yo prediqué en una iglesia de la PCUSA –aquí en los Estados Unidos– que todavía no tiene ancianas gobernantes, nunca había tenido una pastora, ni había celebrado los sacramentos ministrados por una pastora allí. Pero, en lugar de estar molesta, me reí por dentro cuando tuvieron que recurrir a una mujer porque simplemente no pudieron encontrar un varón que aceptara el trabajo. Luego, se quedaron gratamente sorprendidos de que no se hubiera caído el techo, o, aún más asombroso, ¡esa “mujer predicadora” realmente podía hacer un buen trabajo! Entonces, me digo a mí misma, “Un paso pequeño para una mujer, un salto grande para el mundo femenino!” ¿Peleaba yo con esas congregaciones? No – las traté con respeto y gracia, les servía con toda la capacidad que yo tenía; me aceptaron, me dijeron “Gracias,” y, me comentaron: “Para ser mujer, no lo hiciste mal!”.
Tengo una colección pequeña de historias favoritas, y quiero compartir una con ustedes hoy. En 1924, una enfermera inglesa llamada Gertrude Powicke murió de tifo en un pueblito en las afueras de Cracovia, en Polonia. Había vivido en el pueblo por muchos años trabajando como enfermera misionera. Ella era el único personal médico en todo el pueblo, y había cuidado a las personas del pueblo con mucho cariño y compasión. Cuando murió, todo el pueblo lamentó su muerte, y, como ella no tenía una familia propia, los aldeanos querían enterrarla en el cementerio del pueblo. Pero hacer eso representó un problema. El cementerio del pueblo era de la iglesia católica romana, y Gertrude Powicke era cuáquera (de la Sociedad de los Amigos, Quakers). El sacerdote recordaba a los residentes del pueblo que una persona no católica no se podía enterrar en un cementerio católico –estaba prohibido por la ley de la iglesia. Lo mejor que la gente pudo arreglar fue que la tumba fuese cavada en la orilla del cementerio, justamente por afuera de la cerca. No era lo que quería la gente del pueblo, pero era lo mejor que podían esperar. Supuestamente.
La mañana después del funeral y el entierro, la gente del pueblo se despertó con la noticia de que alguien había movido la cerca del cementerio. Durante la noche, una persona arrancó la cerca y la cambió, para que el sepulcro de la misionera estuviera incluido dentro de los límites de la tierra consagrada del cementerio.
Por ser cuáquera, Gertrude Powicke no podía ser enterrada dentro de la cerca del cementerio de la iglesia del pueblo. Entonces, la solución era hacer más grande la cerca, para incluirla.
No es siempre fácil reconocer cómo nuestras cercas sirven para excluir a la gente. Sin embargo, yo creo que siempre es una bendición encontrar maneras para “mover la cerca” e incluir a las personas que de otra manera hubieran sido dejadas afuera.
Cuando mi esposo y yo todavía vivíamos en la Ciudad de México en los años tardíos de mil novecientos noventa, y estábamos orando por la guía de Dios respecto a algunas oportunidades en el ministerio aquí en los Estados Unidos, tuvimos la oportunidad de platicar y entrevistar a varias personas de iglesias y presbiterios aquí en el país. Yo recuerdo una entrevista en particular con alguien que tenía interés de hablar con nosotros, porque más y más personas hispanas estaban cambiándose para esa región. Pero, en el transcurso de la entrevista, nos dijo que en realidad no había dinero para comenzar un nuevo trabajo hispano, y no había una iglesia hispana en el presbiterio que necesitara un pastor. Pero, por otro lado, sí habían algunas iglesias de blancos/anglos de habla inglesa que tal vez a mí me interesaría considerar. Yo estaba mortificada.
Mi esposo tiene muchos más años de experiencia como pastor que yo, y él había sido un líder en los presbiterios y en la Asamblea General de la iglesia presbiteriana de México. Fue profesor en dos seminarios por muchos años, decano académico, y presidente de dos seminarios. Tiene una Maestría en Teología y un Doctorado en Teología, los dos con honores del Seminario de Princeton. Su inglés es excelente. Y él es mexicano. Estaba yo avergonzada y enojada porque nunca se le ocurrió a ese líder del presbiterio que nos estaba entrevistando, que un pastor muy bien calificado, y mexicano, se podría considerar para ser pastor de una congregación que no es hispana. Desde luego, el Señor nos ha abierto muchas puertas a mi esposo y a mí. Y, yo entiendo que ese presbiterio donde mi esposo y yo nos entrevistamos ahora ya ha podido desarrollar un ministerio hispano con apoyo financiero que ellos nunca se imaginaban hace 8 o 9 años. Las cercas se han movido y se ha ampliado el espacio. Ese presbiterio ha crecido en su entendimiento del ministerio en los últimos años, así como mi esposo y yo. La iglesia cristiana primitiva luchaba sobre diferencias que sutilmente afectaban la comunidad cristiana, como resultado de la evangelización y las respuestas de la gente. El Espíritu Santo sorprendió a todo el mundo en Pentecostés cuando rompió las barreras de los idiomas por medio de dar a los apóstoles el don de lenguas. Asimismo, nosotros, también, hoy necesitamos hablar y comunicar en los idiomas entendidos por aquellas personas que nos rodean – sea el español, tagalog, polaco, o, entender la vida y la música de nuestros jóvenes y jovencitas.
La iglesia de Jerusalén no sabía qué hacer cuando el Espíritu Santo movió la cerca para incluir gentiles en el cuerpo de Cristo. Los judíos cristianos tenían la misma actitud por la pureza y santidad de su iglesia, que la que tenían los líderes de la iglesia romana en Cracovia por la santidad de sus ritos y cementerio, y los dos grupos entendían sus actitudes como muestra de respeto para con Dios y sus reglas. Así se hacen las cosas de Dios, pensaban ellos – y con sinceridad. Pero Dios tenía – y tiene – otras ideas de lo que es correcto. Bernabé y Saúl ministraban en Antioquía, la primera iglesia de gentiles y el primer lugar donde a los seguidores de Cristo se les llamó “cristianos/as”. En la iglesia había más que simples gentiles – había gentiles como Simeón llamado el Negro – probablemente de Africa y morenito; además Lucio de Cirene, también del norte de Africa. Estaba Manaén, que se había criado con Herodes el tetrarca. Imagínense, tener alguien educado en la casa de Herodes, una familia tan perversa y violenta. ¡No estamos hablando de la élite de la sociedad griega!
Nosotros somos descendientes de la iglesia de Antioquía –somos nosotros también gentiles. La iglesia de Antioquía estaba integrada por personas de diferentes razas y culturas– y la iglesia de Antioquia duró más años que la iglesia de Jerusalén que se preocupaba hacer todo por “lo correcto.” Dicen los datos del Censo del año 2005 para el condado de Forsyth en Carolina del Norte, que más de 10% de los 315, 856 residentes que reconocen al condado Forsyth como su hogar, hablan un idioma diferente del inglés en sus casas. De ese grupo de más de diez por ciento, la mayoría habla español; pero, otras familias hablan idiomas de Asia y del Pacífico Sur o idiomas indoeuropeos.
Casi diez por ciento de la población del Condado Forsyth son hispanos/as. Más de veinticinco por ciento son afroamericanos, y más de seis punto cinco por ciento son indígenas americanos, asiáticos y del Pacifico Sur, u otros grupos nacionales y culturales. 12.3% de los residentes de este condado nacieron en otro país y vinieron acá como inmigrantes. La mayoría son de América Latina, pero se incluye gente de otros países, también. Como la iglesia de Jerusalén en Pentecostés, el mundo esta reuniéndose alrededor de nosotros, trayéndonos sus idiomas, comidas, tradiciones, sabiduría, cosmovisión, perspectivas y experiencias. No vean los dones de Rosa de una manera limitada. Es cierto, por ser bilingüe y mexicana, ella les trae dones únicos que el Presbiterio de Salem necesita para ministrar cruzando culturas para compartir las buenas nuevas del amor y la gracia de Dios con personas de habla hispana. Pero, además, Rosa trae dones, sabiduría, y perspectivas únicas que Uds. – como individuos, congregaciones, presbiterio y sínodo – necesitan, por el bien propio de Uds. mismos. Como mujer y mexicana, y como una hermana en Cristo, Rosa les trae perspectivas, experiencias y sabiduría que las personas varones, no-hispanas, de habla inglesa, y de origen de los Estados Unidos necesitan. Tengan cuidado de no meter a Rosa, Alfredo, o cualquier otro/a cristiano/a en un molde estrecho y limitado porque hablan idiomas más que el inglés y/o pueden cruzar líneas culturales de manera diferente que nosotros.
Tener iglesias y miembros/as de su presbiterio que son hispanas, afroamericanas, asiáticas, u otros trasfondos culturales diferentes de lo euro-blanco es tener recursos que en la iglesia presbiteriana (PCUSA), muy blanca, desesperadamente necesitamos. Soy pastora de una iglesia multicultural en Illinois, en la que más de una tercera parte de la membresía son personas inmigrantes y/o de una cultura o raza no eurocaucásica. Tenemos miembros de África, Asia, América Latina y Europa. Celebramos esa diversidad, y, a la vez, constantemente tenemos que estar conscientes de ser deliberados en apreciar y buscar las diferencias que traemos a la mesa. Políticamente, cubrimos todo el rango desde conservadores/as hasta liberales, y, teológicamente somos variados también.
Cada año cuando buscamos en oración personas para servir en una nueva clase de oficiales, procuramos tener diversidad de culturas y perspectivas entre las/os ancianas/os y diaconos/isas. ¿Experimentamos malentendidos? Por supuesto que sí, en ocasiones. ¿A cada persona le gusta la comida o estilo de música de todos demás? No siempre, pero es importante apreciar el valor y la validez de algo que nos parece “extraño.” Además, rentamos espacio a una congregación hispana, que agrega otra dinámica multicultural a los entendidos y malentendidos. Por ejemplo, es más común para una congregación hispana ser más espontánea en su planeación que muchas congregaciones de habla inglesa y anglosajonas, quienes planeamos muchas actividades con meses de anticipación y necesitamos varias reuniones de comité para tomar una decisión. Aun después de compartir el edificio por veinte años, todavía las dos congregaciones estamos tratando de manejar diferencias de cultura en nuestros ministerios. Lo que parece simplemente “planear con anticipación” para la congregación de habla inglesa, a veces parece burocrático y muy controlador desde la perspectiva de la congregación hispana. Y, lo que puede parecer como una “desorganización” desde la perspectiva de habla inglesa, es simplemente ser flexible y espontáneo desde la perspectiva latina. Gracias a Dios, la congregación hispana está creciendo; tienen muchas personas nuevas, y entonces tienen más ministerios y actividades.
Sus necesidades para usar el templo están cambiando. Y, descubrimos que es una línea fina para que las dos congregaciones usemos el templo sin chocar unos con otros estando en el mismo espacio a la misma vez, y, evitar los extremos del “control excesivo” por un lado y sufrir “la falta de comunicación sobre quién usa cuál salón cuándo” por el otro lado. Hay un chiste antiguo: “¿Sabes por qué los cementerios siempre son rodeados por cercas? Es porque todo el mundo está muriéndose por entrar!” Todo el mundo está muriéndose por entrar al Reino de Dios. Claro, reconozco que mi metáfora tiene sus límites, ¡yo no estoy diciendo que el Reino de Dios es un cementerio! Pero, es cierto, tenemos que hacer más grande el círculo. Tenemos que abrir la cerca para incluir un mundo que está muriéndose. Claro, me encantaría que la Iglesia Presbiteriana de México engrandeciera su círculo para incluir a las mujeres en la ordenación como ancianas, diaconisas y pastoras. Pero, tenemos nuestras propias cercas y círculos aquí en los EEUU.
Hoy, el Presbiterio de Salem está “moviendo la cerca.” Uds. han abierto su círculo para incluir a Rosa como pastora ordenada al Ministerio de la Palabra y el Sacramento y para incluirla como miembra del Presbiterio de Salem. Acuérdense de integrarla completamente en su círculo, y estén preparados para cambiar y aprender de Rosa. Acuérdense que los dones y sabiduría y experiencia de Rosa son para el bien de toda la iglesia, no solamente para aquellas personas que hablan español. El profeta Joel anticipaba que el Espíritu Santo iba a abrir y mover la cerca. Lo hizo en Pentecostés, y sigue haciéndolo hoy en día: “Derramaré mi Espíritu sobre todo el género humano. Los hijos y las hijas de ustedes profetizarán, tendrán sueños los ancianos y visiones los jóvenes. En esos días derramaré mi Espíritu aún sobre los siervos y las siervas.” Amén.
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