Lupa Protestante, 1 de marzo de 2010
La semana pasada recibimos un e-mail de Amparo Lerín, desde México. “¡¡Me van a ordenar!!”, decía el asunto del correo. Nuestra amiga nos dice que el Presbiterio “Juan Calvino”, al que ella pertenece, tomó un acuerdo histórico: dar luz verde a su proceso de ordenación. Es una gran noticia, porque en la Iglesia Nacional Presbiteriana de México han predominado las posturas reaccionarias entre los dirigentes de más alto nivel. No obstante que la iglesia presbiteriana tiene una fuerte institución teológica (el seminario teológico presbiteriano de la cd de México) en el cual estudian las mujeres desde hace largos años, hasta ahora se les ha cerrado la puerta para el ministerio ordenado.
Pero esto comienza a cambiar: dos presbiterios del centro del país han tomando la decisión de ordenar mujeres, además la iglesia presbiteriana Ami-Shadday (ubicada al norte de la Ciudad de México) celebrará el 6 de marzo una reunión sobre mujeres en los ministerios ordenados (ancianas de iglesia y diaconisas), en la cual habrá una exposición del tema por parte de Amparo Lerín. Dará su testimonio Evangelina Corona: una mujer extraordinaria, quien fue la primera mujer ordenada al ministerio de anciana en la iglesia presbiteriana de México en 1995, también fue fundadora del sindicato de costureras, posterior al terremoto de 1985 y fue diputada en la Cámara de Diputados por un partido de izquierda (PRD).
Amparo Lerín es originaria de Oaxaca, estudió la licenciatura en administración de empresas y posteriormente hizo los estudios de teología en el Seminario Teológico Presbiteriano de la ciudad de México. Ha colaborado en labores pastorales (trabajo pastoral, pastoral con jóvenes, predicadora itinerante) desde 1995 en diversas iglesias de la ciudad de México y en la Ciudad de Toluca. Está casada con el pastor Rubén Montelongo y tienen dos hijos (Hésed y Vania). Amparo siempre ha tenido esa fuerza, esa pasión que tienen la mujeres de Oaxaca (siempre me pregunté si no tiene sangre de tehuana, aquellas formidables mujeres del itsmo de Tehuantepec) y en el ministerio siempre ha mostrado esa inteligencia apasionada.
Ha sido un largo camino hasta ahora, para conseguir el paso actual, de vislumbrar su ordenación. Recuerdo cuando en el Presbiterio de la Ciudad de México, al que pertenecí (hay 7 presbiterios en el área metropolitana), Amparo recibió la licencia como predicadora (paso previo a la ordenación). Mi primera reacción al responder el e-mail de Amparo, fue felicitarla y hablar de esta “red global para la feminización del ministerio”, porque acá en España hemos recién celebrado la ordenación de Eva Domínguez como pastora dentro de la Iglesia Evangélica Española. Y realmente creo que las redes femeninas en el mundo global son decisivas en la lucha para los cambios en la sociedad: otro mundo es posible si podemos potenciar esas redes de mujeres que luchan y sostienen, con su afecto y su trabajo, las esperanzas de muchos.
Creo que, en el fondo, no se trata solamente de un movimiento de género, pues también hemos visto como hay mujeres que ocupan los cargos de poder (incluso en las iglesias), y reproducen las mismas exclusiones e injusticias, aún cuando sean mujeres con discursos feministas. Esto le hace mucho daño a la lucha por la igualdad de derechos en el campo del género. Recordaba precisamente aquel estudio de Elsa Tamez (Luchas de poder en los orígenes del cristianismo. Un estudio de la primera carta a Timoteo. Santander, Sal Terrae, 2005) que muestra el caso de la comunidad de Éfeso, donde se mezclaron las luchas de poder con las exclusiones de las mujeres: las mujeres ricas tuvieron un efecto nocivo, por su posición como patronas–benefactoras, sobre la participación libre de las mujeres (que ya era un hecho por entonces).
En suma, la ordenación de una pastora se inscribe en esa misma búsqueda de la justicia del Reino, donde el género y la clase social dejan de ser motivo de exclusión. Un mundo donde todos seamos uno en el Señor. Aquí mejor damos la palabra a Amparo: "Mi corazón no tiene palabras para agradecer a Dios lo que ha hecho conmigo, me llama a servirle y abre el camino para muchas mujeres en nuestro país. Éste es un gran paso en la historia de la iglesia en México, no es mi lucha, es la lucha de muchas mujeres y también varones por lograr la igualdad y la justicia para las mujeres dentro y fuera de nuestro país. Agradezco al Presbiterio de la Ciudad de México el haber iniciado éste proceso con mi licenciamiento y al Presbiterio Juan Calvino el llevarlo a su fin y a ustedes mis amigos más cercanos sus oraciones, su apoyo, sus palabras de ánimo y el trabajo que hemos realizado codo a codo en el ministerio. Y sigo solicitando sus oraciones para que éste proceso llegue a feliz término en breve, por mi parte ya estoy preparándome".
Es así la celebración, la alegría, cuando ocurren los acontecimientos que nos llenan de esperanza, la esperanza del cambio, la esperanza que se funda en una confianza todavía más profunda. Como lo expresa ese verso del salmo 138, que Amparo quiso elegir para estos momentos: “¡El Señor llevará a feliz término su acción en mi favor! Señor tu amor es eterno; ¡No dejes incompleto lo que has emprendido!” (Salmo 138:8).
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